jueves, 28 de abril de 2011

La espera interminable…

Bodh Gaya, miércoles 27 de abril de 2011
Nos levantamos muy pronto para ir a la estación rumbo a Kolkata. De buena mañana tenemos una pequeña discusión con nuestro contacto, el conductor del 4x4 que nos trajo el lunes pretende cobrarnos 600 rupias por cada viaje a la estación. ¡No tiene lógica alguna! Hemos dormido por 500 rupias dos días y pretende cobrarnos 1200 por haber ido y vuelto a la estación. Finalmente acabamos pagándole 1000 y nos mira como echándonos un mal de ojo.
En la estación, esperamos contentos porque regresamos a nuestra querida Calcuta. Pero pronto esa felicidad se ve mermada, cuando nos enteramos que el tren viene con retraso y que en vez de salir a las 9.40 va a salir a las 15h. Pasan los minutos como segundos y las horas como minutos. Salimos por parejas a comer algo fuera de la estación, en Gaya. Horas más tarde, el tren resulta que no llega a las 15h si no que a las 18h, hora en la que en teoría llegábamos a Kolkata.
La espera se hace interminable, además somos el punto de mira de medio andén y constantemente se nos acercan pobres (niños y abuelas) a pedir rupees y comida. Nos sentimos mal por ignorarlos y acabamos dándoles parte de nuestras reservas de comida. Asistimos a shows de niños que ensayan una y otra vez caras tristes, lloros y rezos para que les demos algo, pero al ver que tras esos ensayos, ríen y nos toman el pelo, les seguimos el juego y echamos unas risas con ellos. Finalmente aparecen dos hombres, uno de ellos con un palo y echan a los niños de nuestro lado. Éstos corren como locos hacia las vías.
Es triste ver como tienen que vivir esta gente, pero hay que aceptar que por muchas rupees que nosotros les demos, no los vamos a sacar de su miseria. Estos niños, son salvajes, no tienen educación porque nadie se la ha brindado. No podemos asegurar que esas rupees que les damos se las gasten en algo de comida para ellos, normalmente esas monedas y esa comida acaba en manos de otros. Es por ello que decidimos abrir las bolas de comida y que se lo coman delante nuestro. Con poca cosa, pero creo que hemos dado de comer a una buena parte de los pobres de la estación.
A las 18 pasadas llega el tren. Descansamos la mayor parte del viaje puesto que en Kolkata nos espera la despedida de Javi que se va el viernes después de 6 meses en la India.

Verano azul y Buda

Bodh Gaya, martes 26 de abril de 2011
Nos levantamos algo perezosos, en el hotel nos dejan unas bicis para poder movernos por allí. Es algo peligroso circular por allí, no es como Calcuta, pero su temeridad es parecida y si a eso le añadimos el hecho de circular por la izquierda, demos gracias por estar vivos y no haber sido víctimas de un atropello.
Bodh Gaya es muy tranquilo y está repleto de niños que corren despavoridos hacia nosotros en cuanto nos ven. La gente que está trabajando en sus casas o en el campo nos saludan a lo lejos con un namaste y una sonrisa, como si nosotros le diésemos vida a la ciudad. Durante nuestro paseo visitamos templos budistas espectaculares, lugares que se escapan de mi imaginación. Templos enormes, con enormes estatuas, con paredes repletas de detalles, todo muy colorido y dónde se respira una paz indescriptible.
Al regresar del tour “verano azul”, comemos y el cansancio puede con algunos de nosotros. Hacemos una buena siesta. Despertamos a las 19h, está muy oscuro, decidimos ir a la aventura con las bicis en busca de un locutorio, sin contar con que la carretera está oscura, que el terreno es muy irregular y que las bicis no tienen luces. Perdemos un poco los nervios en el locutorio y ver correos de gente querida nos pone un poco melancólicos. Decidimos volver al hotel con la bici en mano, recordando momentos del pasado y poniendo en común sensaciones percibidas y sentimientos que van surgiendo y resurgiendo durante esta locura de viaje.
En la azotea del hotel nos acribillan los mosquitos mientras con un té en la mano hablamos con un fotógrafo inglés.
Antes de ir a dormir nos ponemos a ver algunas fotos del viaje, parece mentira que hayan pasado tantas cosas, aún no las hemos asimilado. A veces parece que llevemos un mes aquí y a veces parece que no hayamos vivido casi nada en este país. Espero que al llegar a Barcelona, no me olvide de todo lo vivido aquí, porque hemos pasado momentos que nos han hecho crecer, situaciones al límite que nos han hecho estallar, situaciones que hemos sabido controlar y otras que aún nos quedan por vivir.

“Nos vamos pa el pueblo”

Varanasi, lunes 25 de abril de 2011
Nos despedimos de Raj y nos vamos a la estación de Varanasi. El tren llega puntual y el viaje al principio supone para algunos un momento de descanso y de reposición de energía y para otros, para mí, un momento de reflexión, dónde encuentro respuestas a conflictos que nos había resuelto, dónde recuerdo a la gente que echo de menos y me embarco en un viaje interior que todavía no había tenido tiempo de realizar.
Des de la ventana de ese tren que va a 80km/h vemos oscurecer el cielo y tras la puesta de sol el viaje se vuelve más ameno. Santi coge la guitarra y con nuestras voces animamos a un tren melancólico y triste. A nuestro alrededor se acumulan unos veinte indios ansiosos por escuchar nuestro show. Muchos sacan el móvil y nos graban, están todos encandilados, se vuelven locos, corrijo, más locos de lo que están. Ríen y nos reímos con ellos, hasta los repartidores de chais y aguas se une al evento. Nuestro espectáculo dura varias horas, hasta que llegamos a la estación de Gaya, finalizamos nuestra actuación con un fuerte aplauso de todo el vagón y hacemos broma con pasar la gorra a ver si cae alguna rupee.
Al salir de la estación de Gaya metemos la pata hasta el fondo. Para evitar situaciones anteriores de avalanchas masivas de motor-riders, echamos de mala manera a todo el que se nos acerca, la mayoría se van en cuanto les decimos: ¡cholo, cholo! (¡vete, vete!). Menos uno que no para de darnos la lata y hasta nos enseña un teléfono, nosotros sin entender que nos quiere decir le decimos irónicamente y a grito “pelao”: Is it a present for us? Oooh, thank you! Pero oye que te está llamando tu mujer! El hombre desesperado nos dice: you are calling me! Y Santi que estaba llamando al contacto de Gaya lo mira extrañado, hasta que nos damos cuenta que efectivamente ese era nuestro guía. Le pedimos perdón avergonzados por nuestro recibimiento y se lo toma bien.
Cogemos un 4x4 que nos lleva hasta el hotel, este sitio parece un pueblo, de hecho a algunos nos hace recordar esos días de verano en nuestros respectivos pueblos, esos momentos de calma que hemos vivido allí y esas historias inolvidables.
Nos tomamos un chai y se nos hacen las 2h.

Amanecer en el Ganges

Varanasi, domingo 24 de abril de 2011
Nos levantamos a las 4.30h AM para ir a ver el amanecer. La verdad es que vale la pena despegarse de las sábanas a esa hora para ver uno de los amaneceres más bonitos que he visto. El Ganges, tranquilo, alguna que otra barca surcando sus aguas junto a cuencos con velas y flores que flotan sin rumbo y te vuelven a recordar esa india espiritual, que a pesar de ser un país caótico despierta a ratos paz y tranquilidad.
De tanta paz y relajación casi me quedo dormida en la barca!
El tour en barca continua con un chai a la orilla del Ganges, mientras vemos niños budistas haciendo yoga, aprendices a sacerdote hindús practicando las ceremonias y rituales, indios lavando la ropa en el río, otros bañándose y otros rezando. La visita culmina en el templo del kamasutra dónde se ven unas vistas preciosas de Varanasi.
El día se hace largo en Varanasi, nos hemos levantado muy pronto y a las diez de la mañana parece que sean las cuatro de la tarde.
Por la tarde vamos a casa del maestro de los aromas. Es dónde conocemos la india más oculta. Ramiro, es un hombre que fabrica aromas para colonias, ungüentos…Nos cuenta un montón de cosas sobre los aromas, el sándalo es uno de los aromas más utilizados en la India, sobretodo en el ámbito espiritual. Además nos enseña su casa, nos presenta a su familia y a dos vacas que tiene dentro de casa y nos prepara un chai y una mascarilla facial. Raj se ríe de nosotros con la mascarilla puesta: ¡no tenéis vergüenza! - nos dice.
Tras esa relajada visita, vamos a comprar los billetes para Bodh Gaya, con ciertos problemas logísticos que nos obligan a adelantar el billete para Kolkata, cosa que no nos supone ningún problema ya que echamos mucho de menos nuestros indios y nuestro caos Bengalí.
Más tarde nos vamos al hotel, le pedimos a Raj que nos compre un par de cervezas y subimos a la azotea del hotel con el incienso y el aceite de coco que ha comprado Santi. Laura López nos hace una clase de yoga temiendo ser atacados por los monos que corren libremente por la ciudad. Durante la clase de yoga Frai se queda dormida repetidas veces…¡ya pensábamos que había llegado al Nirvana! ¡Menuda está echa! Finalizamos la clase con medio personal del hotel observándonos, se vuelve a confirmar la desmesurada y descarada curiosidad de los indios.

Es lo que tienen los trenes…

Varanasi, sábado 23 de abril de 2011
…Paramos en una estación. Me levanto y le pregunto a nuestro vecino indio cuánto falta para Varanasi, me dice que 25 minutos, que es la siguiente parada. Pero la espera en esa estación se hace eterna, nuestro compañero indio se entera de que ha habido un accidente de trenes a escasos km de la estación. Más tarde salimos a preguntar con Frai y nos comentan que una persona ha sido arrollada por un tren mientras cruzaba las vías y que tardarían bastante en volver a poner en marcha el tren. Mientra, López y Santi llaman a Pintu, amigo de Raj, éste nos pone en contacto con el guía que tendremos en Varanasi y éste decide venirnos a buscar en motor-ride. Mientras lo esperamos, las miradas de la gente de la estación se clavan en nosotros.
El indio es muy curioso y más cuando hay extranjeros de por medio. También trata de ganar rupees como sea, aunque tenga que acosar a unos pobres turistas como nosotros.
Para encontrarnos con el guía nos pateamos varias veces la estación (que no es pequeña) hasta que damos con él. Al salir de la estación se produce la siguiente situación: cual manada de tigres atacando a gacelas…Una treintena de motor-riders nos rodean. Hasta se ponen agresivos entre ellos. Tenemos que optar por elegir dos motor-ride a dedo, con los consiguientes enfados de los no elegidos.
El camino hasta Varanasi es, con perdón por la palabra, “acojonante”, la carretera da miedo y el calor y el tráfico nos desgastan. En Varanasi bajamos del motor-ride y cogemos un bici-ride para ir hasta el hotel.
Raj, que así se llama el guía de Varanasi, es un chico de unos 26 años, casado y con una hija. Es un brahmino, pero no ha estudiado para sacerdote y se dedica a vender telas en una tienda. Es vegetariano a más no poder, tanto que ni siquiera soporta que los demás coman carne, toma constantemente tabaco de mascar que envuelve en una hoja de árbol y le encanta beber alcohol en soledad.
Por la tarde visitamos varios templos de Siva y aprendemos que templo que no sabes de quién es, es de Siva. Y para finalizar el día, vamos a ver el Ganges, los crematorios y la ceremonia del atardecer. Al Ganges acuden todos los hindús de la India para quemar los cuerpos de sus familiares, para ello muchos tienen que viajar en tren hasta Varanasi con el cuerpo de su familiar a cuestas, como si de un equipaje más se tratara.
Raj nos cuenta que a los hombres los envuelven en una sábana blanca y a las mujeres en una roja para quemarlos y que se usa un tipo de madera que solo se encuentra en el sur de la India. No se quema a todo el mundo, a mujeres embarazadas, niños y sacerdotes se los tira al Ganges encima de una piedra.

La locura de viajar en tren por la India

Kolkata, viernes 22 de abril de 2011
Nos levantamos pronto, puesto que hemos quedado con Raj para que nos lleve al New Market a comprar pashmina (Kashmir) y bisutería. Comprar aquí es un lujo, entras en una tienda, te empiezan a sacar telas, telas y más telas o joyas, joyas y más joyas…Y vas mirando y seleccionando lo que te gusta, y de esa selección reseleccionas y mientras, te sirven un chai tranquilamente, remiras todo y luego viene lo más difícil: regatear. En la India se regatea todo y hasta una rupia. El truco para regatear es sencillo, dices: how much? I lo que te digan lo divides por la mitad haber si cuela o vas subiendo hasta que aceptan.
Tras las compras, comemos en el Blue Sky, mientras conversamos con una pareja de Navarra que han venido a hacer el viaje de novios a la India, nos hablan muy bien de Varanasi, la ciudad que vamos a visitar mañana.
Por la tarde cogemos las mochilas y nos vamos a la estación de tren que está cerca del Flower Market. Es caótico, gente por todos los lados, un calor asfixiante, suciedad a raudales y todos los carteles escritos en hindi. Tras preguntar a varias personas vamos a la vía indicada y esperamos más de una hora a que venga el tren.
El tren no es ninguna maravilla, se puede ir sentado o en litera, los que van sentados parece que estén en una cárcel con tanta reja, además hay muchísima gente en poco espacio y el olor y calor humano se sienten antes de entrar por la puerta. Por suerte nuestro vagón tiene literas, cortinas y aire. Allí nos encontramos con Max, un voluntario y conversamos un rato antes de ir a dormir. Va a ser un viaje muy largo, son 12 horas. En el mismo bloque de literas hay una pareja india, la chica de pone a dormir y el hombre nos da conversación. Nos acostamos un poco con miedo a que roben y demás cosas que nos habían contado que pasaban en los trenes de india. Algunos dormimos, otros no. A mi la mirada de ese hombre no me permite dormir en toda la noche y creo que la mía a él tampoco. A la mañana siguiente…

Jueves Santo con las Hermanas de la Caridad

Kolkata, jueves 21 de abril de 2011
Después del día de juerga, me despierto a las 12h, cuando vuelven los demás de visitar el Flower Market. Vamos a comer al blue sky: nuestros queridos momos y el Chicken Tika Massala que no falte. Volvemos al hotel y hacemos una breve pero efectiva siesta, para que los lokis estos recuperen fuerzas.
Por la tarde vamos a misa a la capilla de Mother House. Las Hermanas han preparado una ceremonia, dónde el sacerdote va a lavar los pies de 12 voluntarios (los únicos 12 hombres que hay actualmente como voluntarios, entre ellos Joaquín, Mario, Javi y Santi). Al finalizar la ceremonia, empieza a llover a cántaros, decidimos volver andando al hotel, el tráfico es caótico. Nos perdemos, tenemos que desandar el camino y finalmente llegamos al hotel chorreando. Vamos a cenar al Raj y a acabar de planear el viaje que haremos en los próximos días.
Mientras pasan los días, nos damos cuenta de que han pasado tantas cosas, que no somos capaces de asimilarlo todo, de analizar lo sucedido, y de poder disfrutar de ese éxito o poder buscar soluciones para ese fracaso.
En Kolkata el tiempo pasa lento, dormimos poco y hacemos muchas cosas. El dormir poco se soluciona a base de chais y el hacer muchas cosas es porque se tiene tanto tiempo des de que madrugas hasta que te acuestas, que parece que en Kolkata todo lo que te propones hacer en un día lo cumples.